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Se cuenta que un viajero, tras recorrer larga y detenidamente el Amazonas, regresó a su pueblo entusiasmado y deseoso de transmitir a sus paisanos la experiencia. Así fue que el alcalde convocó a la gente al teatro del municipio, donde el hombre contaría su viaje, exhibiría fotografías y filmaciones y respondería a las preguntas que surgieran.
Esa noche no cabía un alfiler en la sala del teatro y el viajero muy locuaz, entusiasmó a todo el mundo con su relato. Tanto que le pidieron si podía dibujar en un mapa su travesía. Después, el alcalde hizo copias del mismo y regaló una a cada habitante del lugar.
Los vecinos comenzaron a observar el mapa, lo estudiaron hasta sabérselo de memoria, leían sobre el Amazonas y no tardaron en hacerse expertos en el tema. Pero nadie tuvo la iniciativa de emprender un viaje para visitar aquel lugar ni ningún otro.
El viajero sufría una fuerte decepción porque deseaba iniciar una estirpe de aventureros y su ejemplo no estaba sirviendo para ello. Y es que suele pasar que o viajamos por la vida con un mapa propio, recorriendo de verdad el territorio y viviendo la experiencia con todos sus matices, o tomamos el mapa de otro, conformándonos con su relato, sin vivir el nuestro.
Quien, ejerciendo la poderosa herramienta de la responsabilidad, hace su propio viaje y dibuja su propio mapa, acaba por encontrarle a la vida un sentido único y verdadero.
Acaba por comprender que su existencia tiene una finalidad y termina por dar con ese propósito singular e intransferible.
Viajar con mapas ajenos-imitando experiencias, prefiriendo el relato de los demás a la vivencia propia- nos lleva, tarde o temprano, a toparnos con la insatisfacción, con la sensación de vacío, nos hace demasiado críticos y negativos.
Aquel hombre que fue al Amazonas y trajo su propio mapa, llevaba en su viaje dos elementos que todo explorador debe considerar: una brújula y un reloj.
Dirección y tiempo resultan dos variables sensibles en cualquier viaje. También lo son en la vida. Se trata de saber adónde ir y de estimar tiempos y etapas para el tránsito. La brújula y el reloj deben usarse en el orden en que los nombramos, antes que nada se trata de establecer una dirección.
La brújula nos muestra siempre el norte y lo hace sin errores, no atrasa ni adelanta, como el reloj. Tampoco se detiene. Si sabemos donde está el norte, podemos saber dónde están el sur, el oeste y el este. Lo que sigue es nuestra decisión, fijar nuestro objetivo en alguno de esos puntos cardinales. La brújula nos dirá si llevamos buen rumbo o si debemos corregirlo. Los viajeros expertos saben que no deben salir sinsu brújula, sin embargo, en nuestra vida diaria nos preocupa más carecer de reloj, nos desespera no saber la hora qué es, vivimos la sensación de que el tiempo se nos escapa y a menudo, corremos para llegar temprano aunque no sepamos adónde ir ni para qué.
En el viaje existencial, la brújula nos orienta hacia aquello que nos hace sentir que nuestra vida tiene sentido. La brújula debe señalar hacia nuestras necesidades más profundas.
Esa noche no cabía un alfiler en la sala del teatro y el viajero muy locuaz, entusiasmó a todo el mundo con su relato. Tanto que le pidieron si podía dibujar en un mapa su travesía. Después, el alcalde hizo copias del mismo y regaló una a cada habitante del lugar.
Los vecinos comenzaron a observar el mapa, lo estudiaron hasta sabérselo de memoria, leían sobre el Amazonas y no tardaron en hacerse expertos en el tema. Pero nadie tuvo la iniciativa de emprender un viaje para visitar aquel lugar ni ningún otro.
El viajero sufría una fuerte decepción porque deseaba iniciar una estirpe de aventureros y su ejemplo no estaba sirviendo para ello. Y es que suele pasar que o viajamos por la vida con un mapa propio, recorriendo de verdad el territorio y viviendo la experiencia con todos sus matices, o tomamos el mapa de otro, conformándonos con su relato, sin vivir el nuestro.
Quien, ejerciendo la poderosa herramienta de la responsabilidad, hace su propio viaje y dibuja su propio mapa, acaba por encontrarle a la vida un sentido único y verdadero.
Acaba por comprender que su existencia tiene una finalidad y termina por dar con ese propósito singular e intransferible.
Viajar con mapas ajenos-imitando experiencias, prefiriendo el relato de los demás a la vivencia propia- nos lleva, tarde o temprano, a toparnos con la insatisfacción, con la sensación de vacío, nos hace demasiado críticos y negativos.
Aquel hombre que fue al Amazonas y trajo su propio mapa, llevaba en su viaje dos elementos que todo explorador debe considerar: una brújula y un reloj.
Dirección y tiempo resultan dos variables sensibles en cualquier viaje. También lo son en la vida. Se trata de saber adónde ir y de estimar tiempos y etapas para el tránsito. La brújula y el reloj deben usarse en el orden en que los nombramos, antes que nada se trata de establecer una dirección.
La brújula nos muestra siempre el norte y lo hace sin errores, no atrasa ni adelanta, como el reloj. Tampoco se detiene. Si sabemos donde está el norte, podemos saber dónde están el sur, el oeste y el este. Lo que sigue es nuestra decisión, fijar nuestro objetivo en alguno de esos puntos cardinales. La brújula nos dirá si llevamos buen rumbo o si debemos corregirlo. Los viajeros expertos saben que no deben salir sinsu brújula, sin embargo, en nuestra vida diaria nos preocupa más carecer de reloj, nos desespera no saber la hora qué es, vivimos la sensación de que el tiempo se nos escapa y a menudo, corremos para llegar temprano aunque no sepamos adónde ir ni para qué.
En el viaje existencial, la brújula nos orienta hacia aquello que nos hace sentir que nuestra vida tiene sentido. La brújula debe señalar hacia nuestras necesidades más profundas.
¿Necesitamos expresarnos? ¿De qué manera?¿Estamos viviendo como y donde necesitamos? ¿Nuestras relaciones nos permiten crecer, manifestar nuestros valores?
¿Recibimos amor del modo en que necesitamos y lo entregamos de igual manera? ¿Ponemos en práctica nuestra solidaridad?
¿Recibimos amor del modo en que necesitamos y lo entregamos de igual manera? ¿Ponemos en práctica nuestra solidaridad?
En la medida en que respondemos a estas preguntas con absoluta sinceridad, sabemos si vamos bien encaminados o si debemos corregir el rumbo.
Sergio Sinay. Periodista y terapeuta.
Sergio Sinay. Periodista y terapeuta.
Me parece bien lo que dices, pero un viajero no necesita, creo, ni mapa ni brújula. Porque la existencia en sí no está marcada y dirigida. Creo. Me gustó tu post. Saludos.
ResponderEliminarWig:
ResponderEliminarEl mapa y la brújula los interpreto como simbolismos.
Son los vectores que te dan sentido, dirección y objetivo en la vida.
Si no te dedicas a tu porvenir, no tendrás porvenir, si no sabes hacia adónde vas, cualquier camino te dará igual, etc...
Te invito a la red social para que me brindes tu opinión y conozcas las nuevas tecnologías. Abrazo