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Todo sistema filosófico es siempre un camino que intenta llevar luz al alma del hombre, desde las tinieblas y la convulsión a la claridad y armonía, desde la ignorancia a la sabiduría.
Esta divina intención aborda en todo pensamiento, espiritualista, idealista o materialista. El materialismo es también un intento de hallar en el oscuro mar de lo supuesto, el puerto firme de la realidad. Lo real sin vueltas.
Todos los hombres escépticos, espiritualistas, ateos o religiosos, tenemos en común una verdad que nos une y que llamamos "búsqueda".
Así es que toda filosofía, no importa si antigua, moderna, contemporánea, oriental y occidental, es un intento de rescatar al ser humano del no ser y no saber, para llevarlo a ser, conocer y trascender.
Cuando hablamos de filosofía en el practicante religioso o no, es sinónimo de pensamiento, amor. Amor y pensamiento son un modo de llamar a la verdad, que se presenta a nosotros por los diversos caminos de distintas formas.
Cuenta la historia que un alpinista, egoista, poco creyente, ambicioso y engreído, decidió un día ascender a una de las montañas más altas del lugar.
Lo llamativo es que no quiso afrontar el desafío en equipo, como históricamente se realizó siempre.
Dados los avatares climatológicos que atentan crudamente en el lugar con la vida de quienes desafían la montaña, comenzó la travesía convencido de alcanzar el éxito solo. Todo para y por él. No necesita a nada ni nadie. Sólo espera la Gloria.
En la mitad de la ascensión y producto de la noche cerrada, negra y profunda que no permitía ver ni las estrellas, un error de cálculo hizó que derrapara y cayera al vacío de forma abrupta y en plena oscuridad.
Cada instante en la caida parecían años, que le permitieron ver su luz interior y visualizar lo que hizo en su vida: los errores cometidos, su falta de fe y el manotazo desesperado que pretendía alcanzar a un ser salvador para que lo salvase.
En ese instante, y con signos de agotamiento y muerte, la soga de emergencia de solo un tirón, y como cordón umbilical que sacude al recién nacido frente al despertar de la vida, queda pendiendo en el vacío.
El alpinista sin saber si hubiera sido mejor la muerte o ese salvoconducto temporario, imploró fervientemente a Dios que lo ayude. ¡Dios ayúdame!
Lo gritó desgarradoramente mientras sólo el fuerte temporal le gritaba en sus oídos.
Hasta que en un silencio ensordecedor surgió de la nada, una voz muy cerca suyo que le dijo:
"Corta la soga. Hazlo".
Esa afirmación escalofriante y su pobre conducta, hizo que desconfiara de los otros. De él.
Al otro día, un equipo de socorristas lo encontró muerto pendiendo de la soga y congelado.
Estaba a sólo dos metros del piso.
Se podría haber salvado. Pidió ayuda, cuando nunca lo hizo antes.
Cuando la obtuvo, no confió en nadie...ni en él.
Su voz interior fue más fuerte como para llevarlo a la muerte, estando a solo unos metros de...la Gloria.
Así es que toda filosofía, no importa si antigua, moderna, contemporánea, oriental y occidental, es un intento de rescatar al ser humano del no ser y no saber, para llevarlo a ser, conocer y trascender.
Cuando hablamos de filosofía en el practicante religioso o no, es sinónimo de pensamiento, amor. Amor y pensamiento son un modo de llamar a la verdad, que se presenta a nosotros por los diversos caminos de distintas formas.
Cuenta la historia que un alpinista, egoista, poco creyente, ambicioso y engreído, decidió un día ascender a una de las montañas más altas del lugar.
Lo llamativo es que no quiso afrontar el desafío en equipo, como históricamente se realizó siempre.
Dados los avatares climatológicos que atentan crudamente en el lugar con la vida de quienes desafían la montaña, comenzó la travesía convencido de alcanzar el éxito solo. Todo para y por él. No necesita a nada ni nadie. Sólo espera la Gloria.
En la mitad de la ascensión y producto de la noche cerrada, negra y profunda que no permitía ver ni las estrellas, un error de cálculo hizó que derrapara y cayera al vacío de forma abrupta y en plena oscuridad.
Cada instante en la caida parecían años, que le permitieron ver su luz interior y visualizar lo que hizo en su vida: los errores cometidos, su falta de fe y el manotazo desesperado que pretendía alcanzar a un ser salvador para que lo salvase.
En ese instante, y con signos de agotamiento y muerte, la soga de emergencia de solo un tirón, y como cordón umbilical que sacude al recién nacido frente al despertar de la vida, queda pendiendo en el vacío.
El alpinista sin saber si hubiera sido mejor la muerte o ese salvoconducto temporario, imploró fervientemente a Dios que lo ayude. ¡Dios ayúdame!
Lo gritó desgarradoramente mientras sólo el fuerte temporal le gritaba en sus oídos.
Hasta que en un silencio ensordecedor surgió de la nada, una voz muy cerca suyo que le dijo:
"Corta la soga. Hazlo".
Esa afirmación escalofriante y su pobre conducta, hizo que desconfiara de los otros. De él.
Al otro día, un equipo de socorristas lo encontró muerto pendiendo de la soga y congelado.
Estaba a sólo dos metros del piso.
Se podría haber salvado. Pidió ayuda, cuando nunca lo hizo antes.
Cuando la obtuvo, no confió en nadie...ni en él.
Su voz interior fue más fuerte como para llevarlo a la muerte, estando a solo unos metros de...la Gloria.
El éxito de un escalador no es llegar a la cima, sino volver a la base manteniendo una excelente relación con la trilogía: ser humano, naturaleza y Dios. Más info sobre "Aprendiendo a escalar montañas"
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