¿Eres de los que hacen balances personales anuales, o de los que no planifican nada?
Yo sí hago uno cuando se está terminando el año. Es como mirar hacia atrás y ver qué camino recorrí, qué podría haber mejorado, cómo pasé tal o cual situación, y cuál fue, finalmente, el resultado obtenido.
Analizo entonces si pude alcanzar mis objetivos personales propuestos el año pasado, y aquellos que se fueron presentando sin pensarlo.
Armo una lista mental de las situaciones que fueron productivas e improductivas.
De las negativas, trato de ver su lado positivo y qué es lo que me dejaron de bueno, aunque en su momento no haya podido traducir lo negativo para transformarlo en positivo.
También me pasa en estos casos, que sólo veo la parte positiva ya transcurrido un tiempo -días, semanas, meses- y hasta incluso años.
Voy hilando un poco las experiencias vividas con una asignatura que tuve en la facultad llamada “Calidad”, y si bien trataba de la excelencia o Calidad Total desde el punto de vista de la empresa y sus procesos, bien puede ajustarse el término para la vida misma.
Recuerdo perfectamente un tema en especial que era el “Círculo de Deming” y toda mi atención puesta en el desarrollo del mismo, porque trata acerca de principios que creo importantes tenerlos presentes aún, para las situaciones cotidianas.
El círculo a que hace mención Deming se llama PDCA (Plan, Do, Check, Act: planificar, hacer, chequear, actuar).
- Planificar: se establecen los objetivos y procesos necesarios para conseguir resultados de acuerdo con los requisitos.
- Hacer: se realizan los procesos.
- Chequear: se miden y estudian los procesos, y se informa, sobre los resultados.
- Actuar: se toman las decisiones necesarias para mejorar contínuamente el desempeño de los procesos.
Muchas veces he planificado y me ha salido bien. Otras, sin embargo, se me presentaron complicadas aunque en un principio habían comenzado muy bien. Cambios sobre la marcha eran necesarios tomar porque el curso había cambiado. Con lucha y ganas, volví a torcer un destino que parecía presentarse poco alentador y haría desbarrancar aquel objetivo que me había propuesto alcanzar.
En síntesis, pregunto: ¿hay que planificar o dejarse llevar? ¿cuáles son las herramientas que utilizo para corregir aquello que pensaba que iba a salir bien, y que resultó todo lo contrario?
¿Soy orgulloso, cabeza dura y no aprendo de mis errores, o soy de las personas que aceptan la crítica y tratan de mejorar para la próxima vez?
La conclusión a todo lo antedicho, es que existen llaves que tenemos en nuestro poder y que sirven para abrir otras puertas. Será cuestión entonces, de saber descubrir dónde se encuentra esa combinación perfecta que permitirá seguir adelante con proyectos que, aunque sean pequeños, conduzcan a una satisfacción en la vida para poder llegar a la noche y acostarnos con una sonrisa por haberlo conseguido.
Si deseas, puedes profundizar en el círculo de Deming en este link para conocerlo más.
Hasta pronto,
Marcela
muy bueno me gusto
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